No es oro todo lo que ‘reduce’
Aunque son varios los estudios que han destacado los beneficios del teletrabajo, debemos tener en cuenta la presencia de otras muchas facetas que ofrecen una visión distinta en su aplicación en las empresas, al menos en esta etapa tan temprana.
Es cierto que el teletrabajo ha ayudado a reducir el movimiento de las personas y, por tanto, el número de contagios, especialmente durante los peores meses de la pandemia. Ello ha permitido ganar tiempo y agilizar reuniones de una forma segura, pero, como sucede con todo, esta moneda también tiene dos caras. A continuación, te traemos algunos de los efectos que pueden provocar a medio o largo plazo.
SoledadSin duda, el aislamiento no deseado y desmedido es un problema creciente en estos tiempos. El teletrabajo no ayuda a arreglarlo, ya que, lo único que hace, es incrementar la sensación de soledad.
Cuando las empresas no ponen a disposición del empleado las redes de apoyo adecuadas, el teletrabajo termina por fomentar una cultura de la desconexión y, en última instancia, el trabajador corre el riesgo de sentirse solo, especialmente si no vive con nadie.
Ansiedad
La incertidumbre desencadena la ansiedad. Por mucho que se hable de agilidad, de abrazar la novedad y prosperar en un mundo desconocido, la mayoría de los seres humanos no están preparados para adaptarse a tantos cambios estructurales en tan poco tiempo. Esto provoca una ausencia de familiaridad que puede llevarnos a sentirnos inseguros y, cuando no se ve una forma de hacer planes de futuro, la incomodidad y la impotencia salen a la luz, dando lugar a la ansiedad.
Falta de adaptabilidad
Tal vez este sea el efecto más negativo de todos. Cuando se habla de falta de adaptabilidad, podemos encontrar varios factores que la favorecen, como no disponer del espacio suficiente para crear un área de trabajo separada del resto de habitaciones o carecer de las herramientas adecuadas para mantener un ritmo de trabajo efectivo. Esto puede presentar serios problemas que, a su vez, podrían afectar gravemente a nuestra forma de producir, e, incluso, a nuestras interacciones sociales, ya que no siempre basta con una videollamada, independientemente del objetivo que esta tenga.
Cabe destacar que, en sí mismo, el teletrabajo no es malo, pero sí puede llegar a serlo cuando se suma a la incertidumbre de cuándo acabará, porque imposibilita planear la vida en general. La indecisión, en este caso, termina por crearnos una sensación de malestar prolongada.
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